lunes, 21 de diciembre de 2009

Donde nadie pueda oír tus pensamientos



La luz, de uno de los días en los que al sol no le apetece salir, entraba por la ventana del dormitorio. Se había levantado temprano, pero no porque tuviese algo que hacer, pues no se asomaban planes para el día. Pero allí estaba, sentada en su sillón al lado de la ventana, observando todo lo que tras de ella se refleja.
Solo pensaba. Pensaba en pequeñas cosas, esas que pueden cambiar el mundo. Y que en su mente conformaban uno paralelo, uno en el que todo lo ocurrido hace dos veranos, no existía.
Ms. Tallis le acariciaba las piernas. Los suaves pelos de color gris, de su compañera de piso desde hace dos años, le causaban cosquillas. La gata de un salto, subió a sus rodillas, donde empezó a ronronear. A ella le gustaba ese sonido, pues apreciaba el hecho de hacer que alguien se sintiese bien, aunque fuese al pequeño gato. Después de todo lo pasado, eso le reconfortaba.
Sonó el teléfono.
Lullaby cogió a Ms. Tallis y fue hacia la pequeña mesilla donde se encontraba el teléfono. Lo descolgó.
Una sensación extraña le recorrió el estomago. El olor del mar vino de nuevo a su cabeza.

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