miércoles, 23 de diciembre de 2009

Siempre nos quedará París,.....para ayudar al olvido



- Hola, soy Gabrielle Lefèbvre

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- Si, acabo de aterrizar en Charles de Gaulle

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- Quisiera saber si el apartamento de mi madre esta disponible para que me aloje en él.

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- Muchas gracias.

Cuelga el teléfono, mirá por la ventana del taxi con tristeza. Desde donde se encontraba se podía ver la torre EifFel.

- Al Boulevar de Capucinnes 10, por favor.

- Claro, señorita.

En uno de sus arrebatos, había decidido volver a París. Se cansaba mucho de la monotonía que solo por pequeños momentos envolvía su vida. Quizá fuese porque en esos momentos en los que el aburrimiento invadía su existencia podía pensar en eso que le atormentaba sus noches y sueños. Eso de lo que no puede escapar, aunque lo haya intentado olvidar durante todo este tiempo.

- Señorita, en el centro a esta hora habrá mucho tráfico. Tardaremos algo más de tiempo.

- Está bien.

Le encantaba París. Era totalmente diferente a Nueva York. Las personas respecto a su aspecto, espíritu, forma de vestir, aspiraciones,etc. Los edificios, todos de la misma arquitectura y colores, que le dan a la ciudad un aire diferente, especial.

Todo eso le recordaba a su niñez. Cuando cada verano disfrutaba del ambiente parisino. Paseando por cada calle y encontrando acogedores y maravillosos lugares. Todo aquello que se desvaneció al ir a vivir a la Gran Manzana.

Llegó al apartamento que su madre mantenía para sus escapadas. Aquel ático le parecía extraordinario. desde la ventana de su habitación veía el Palacio de la Ópera.

Abrió las puertas del apartamento Fabien. Trabajaba para la familia desde que ella era pequeña.

- Señorita Gabrielle, ¿cómo esta usted? ¿ qué le trae a París.

- Quería pasar las vacaciones de invierno aquí, me encanta la navidad en París.

- Señorita, me alegro de verla. ¿Hasta cuando se quedará?

- Todavía no lo sé. Supongo que hasta que el corazón me dicte que me vaya.

- ¡Ay! Siempre con sus corazonadas. Algún día le guiarán hacia algo malo, señorita.

El anciano tenía razón. Pero no se trataba de algo futuro. Si no que sus impulsos le llevaron a aquello de lo que no puede huir.

- Señorita Gabrielle, tiene usted visita. En cuanto colgó usted el teléfono llamo a la puerta.

- ¿Quién es, Fabien?

- No lo se, no me ha querido decir su nombre. Le espera en el salón.

El desconcierto le invadió. Nadie conocía, ni esperaba su visita a la capital francesa.

Se dirigió rápidamente al salón. Allí estaba. No lo podía creer. El bolso se le escapó de las manos, esparciendo todo su contenido por el suelo. Un escalofrío le recorría el cuerpo.

martes, 22 de diciembre de 2009

Zapatos perdidos, recuerdos encontrados


El olor del desayuno recién hecho, inundaba toda la casa de invierno, a la que se habían mudado hace pocos días. El olor del pan recién horneado, el chocolate y el café caliente, junto con el calor de la chimenea le recordaban a aquella época en la que sus 6 años le servían de venda a todos los problemas.
Su pequeña hermana ya se había levantado. Aunque a veces apreciaba mucho su compañía, en ese instante , lo único que deseaba era estar solo con la compañía del periódico y su taza de café.
-Noa ¿has visto la caja con mis zapatos?
Por un momento quito la vista del periódico, para centrarse en ella. Había crecido mucho y ya no era su pequeña hermana. Los 16 años habían llegado muy deprisa. Ella se sentó en su sitio de siempre, de espaldas al ventanal de estilo victoriano. Justo enfrente suyo. Se sirvió chocolate, miraba con ansia la comida. Él no entendía con todo lo que comía ella, como podía tener esa figura. A la vez que engullía una gofre, se apartaba la perfecta melena rubia.
- Noa, baja de tus mundos. Y por lo menos haz que no me ignoras. Enserio, no encuentro ninguno de mis zapatos, he cogido unos de mamá y me estoy muriendo del dolor.
- No. ¿has mirado todas las cajas? Pues como comprenderás, no tengo rayos X para saber que hay en todas.
- Tu siempre tan simpático, hermanito.
- April, y tu siempre tan despistada. Luego me dices a mi que estoy en mi mundo.
La pequeña rubia, volvió a su desayuno. Tras el cese de la conversación Noa también se adentro de nuevo en el periódico.
- Noa ¿esa de la foto no es Gabrielle?
El corazón de Noa palpitaba muy rápido. No lo podía creer, los fantasmas de aquel verano aparecían tras mucho tiempo escondidos en sus recuerdos.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Donde nadie pueda oír tus pensamientos



La luz, de uno de los días en los que al sol no le apetece salir, entraba por la ventana del dormitorio. Se había levantado temprano, pero no porque tuviese algo que hacer, pues no se asomaban planes para el día. Pero allí estaba, sentada en su sillón al lado de la ventana, observando todo lo que tras de ella se refleja.
Solo pensaba. Pensaba en pequeñas cosas, esas que pueden cambiar el mundo. Y que en su mente conformaban uno paralelo, uno en el que todo lo ocurrido hace dos veranos, no existía.
Ms. Tallis le acariciaba las piernas. Los suaves pelos de color gris, de su compañera de piso desde hace dos años, le causaban cosquillas. La gata de un salto, subió a sus rodillas, donde empezó a ronronear. A ella le gustaba ese sonido, pues apreciaba el hecho de hacer que alguien se sintiese bien, aunque fuese al pequeño gato. Después de todo lo pasado, eso le reconfortaba.
Sonó el teléfono.
Lullaby cogió a Ms. Tallis y fue hacia la pequeña mesilla donde se encontraba el teléfono. Lo descolgó.
Una sensación extraña le recorrió el estomago. El olor del mar vino de nuevo a su cabeza.